EFE, Madrid, España
La falta de sueño está asociada al riesgo de desarrollar obesidad y diabetes tipo 2, según datos de varios estudios epidemiológicos. En este sentido, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) señala que dormir poco produce un amento de concentración de la ghrelina, una hormona secretada principalmente por la mucosa gástrica que estimula la ingesta.
A la vez, la falta de sueño reduce los niveles de leptina, procedente del tejido adiposo, que tiene efecto saciante. Esta subida y bajada de niveles hormonales favorece un comportamiento alimentario que promueve la ganancia de peso.
La carencia de sueño “tiene como consecuencia un modelo de estrés y activación del sistema nervioso simpático que puede traer consigo el desarrollo de obesidad abdominal y resistencia a la insulina. Ambos fenómenos aumentan la probabilidad de desarrollar diabetes y otras complicaciones como hipertensión arterial”, explica Javier Salvador, miembro del Área de Neuroendocrinología de la SEEN.
En los casos en los que existe apnea obstructiva del sueño, los fenómenos derivados de la intermitente disminución de oxígeno en los tejidos también contribuyen al deterioro metabólico y al aumento de la masa grasa.
Por todo ello, la falta de sueño durante la noche tiene como consecuencia una somnolencia diurna y un cansancio que favorece el sedentarismo, lo que también promueve el desarrollo de obesidad y diabetes.
En palabras del doctor Salvador, “la apuesta más segura para mantener una buena salud metabólica es seguir una dieta mediterránea, en la que predominen frutas y verduras, así como fibra y grasas de origen vegetal y en la que se preste especial atención en lo relativo a limitar el consumo de carne roja y grasas animales. Esto debe ir acompañado de una frecuente actividad física, siempre adaptada a las circunstancias clínicas individuales, y de un periodo de descanso nocturno regular de una duración de 7 u 8 horas”.
SUEÑO DE CALIDAD.
La Academia Americana de Medicina del Sueño (AASM, por sus siglas en inglés) explica que hay tres claves para conseguir y mantener un sueño saludable: la cantidad, la calidad y la regularidad.