Según la Federación Mundial de Obesidad, más de 770 millones de adultos están afectados por esta condición, y se prevé que esa cifra supere los mil millones para el año 2030.
Ante estas amenazantes cifras, los investigadores están abocados al estudio del apetito y los mecanismos cerebrales que lo controlan.
Hasta ahora se sabe que cuando una comida es muy apetitosa el estómago envía señales al cerebro que nos impiden consumir tanto que nos haga mal. Esa teoría nunca había sido probada directamente hasta que un equipo de científicos de la Universidad de California en San Francisco recientemente abordó la cuestión. Resulta que el mecanismo en cuestión es un poco diferente.
El equipo, dirigido por el doctor Zachary Knight, profesor de fisiología de la Universidad de California, San Francisco (UCSF) en el Instituto Kavli de Neurociencia Fundamental, descubrió que es nuestro sentido del gusto el que nos aleja del exceso en un día de hambre. Estimuladas por la percepción del sabor, un conjunto de neuronas se ponen en alerta casi de inmediato para reducir nuestra ingesta de alimentos.
El estudio, que fue publicado en Nature, podría ayudar a revelar exactamente cómo funcionan los medicamentos para bajar de peso que imitan a la hormona humana GLP y hacerlos mas efectivos.
“Hemos descubierto una lógica que utiliza el tronco encefálico para controlar qué tan rápido y cuánto comemos, utilizando dos tipos diferentes de señales, una que viene de la boca y otra que llega mucho más tarde desde el intestino”, dijo Knight, quien también es un investigador del Instituto Médico Howard Hughes y miembro del Instituto Weill de Neurociencias de la UCSF.
“Este descubrimiento nos brinda un nuevo marco para comprender cómo controlamos nuestra alimentación”.
En personas con sobrepeso y obesidad, la administración los medicamentos análogos del GLP-1 (como Ozempic Wegovy) que se administra en forma inyectable mediante una lapicera prellenada mimetiza el mecanismo natural que se produce en el cuerpo humano, promoviendo más saciedad y control del apetito, lo que resulta en una menor ingesta de alimentos y la consecuente pérdida de peso”, explicó la doctora Miriam Tonietti, ex presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición.
Un nuevo enfoque
El fisiólogo ruso Iván Pavlov propuso hace más de un siglo que la vista, el olfato y el gusto de los alimentos son importantes para regular la digestión.
Estudios más recientes de las décadas del 70 y 80 también han sugerido que el sabor del alimento puede limitar la rapidez con la que comemos, pero ha sido imposible estudiar la actividad cerebral relevante durante la comida porque las células cerebrales que controlan este proceso están ubicadas en lo profundo del tronco del encéfalo, lo que dificulta el acceso a ellos o el registro en un animal que está despierto. Con el paso de los años, la idea se había olvidado, dijo Knight.