Santo Domingo. La gastronomía dominicana ha desarrollado una rica tradición de «aplatanar» recetas extranjeras, es decir, adaptar platos internacionales con ingredientes, técnicas y sabores locales. Esta práctica refleja no solo la creatividad del pueblo dominicano, sino también la influencia de múltiples culturas a lo largo de la historia.
La Fundación Sabores Dominicanos destaca que este proceso de reinterpretación culinaria es una forma de construir identidad y mantener vivas las tradiciones, al tiempo que se abrazan influencias globales a través de la inmigración, la importación de productos, las franquicias y las redes sociales.
“Cada vez que adaptamos un plato del mundo al gusto dominicano, no solo estamos cocinando: estamos contando nuestra historia con cada bocado”, afirma el presidente de la la entidad, Bolívar Troncoso Morales.
Entre los ejemplos más emblemáticos de platos versionados al estilo dominicano se encuentran:
- Sancocho: De raíces canarias, españolas, africanas y taínas, se ha transformado en uno de los caldos criollos más representativos del país.
- Asopao: Aunque originario de Puerto Rico, se consume en RD con una textura similar al risotto, pero adaptado al gusto local.
- Chicharrón de pollo (picapollo): Inspirado en el pollo frito, su versión dominicana tiene raíces en la inmigración china y una historia ligada al Cibao.
- Bacalao guisado: El bacalao noruego se ha integrado durante décadas como parte esencial de la cocina local.
- Pastelitos: Inspirados en las empanadas árabes o españolas, han evolucionado con masas y rellenos adaptados al paladar dominicano.
- Mofongo de cerdo: Aunque compartido en el Caribe, la versión dominicana con plátano verde y chicharrón es única en sabor y tradición.
El experto en hotelería y turismo señala otras comidas internacionales que han sido «dominicanizadas» como el sushi, las pastas, ceviche, hamburguesas, arepas y pastelones.
Considera que la tendencia de adaptar sabores globales con ingredientes nacionales reafirma la versatilidad y riqueza de la cocina criolla, posicionando a República Dominicana como un país con una identidad culinaria viva, híbrida y en constante evolución.